LA OTRA ORILLA Y EL SALTO

LA OTRA ORILLA Y EL SALTO

Habiendo sido depositario, uno más entre todos vosotros, de la cultura y los medios que la civilización, con mucho esfuerzo, nos procura a los llamados “educados”, siento que “tengo que hacer el salto”. Es una expresión que mis amigos íntimos conocen cuando quiero expresar que una situación, tema o asunto tiene que someterse a una nueva dinámica desconocida, para seguir adelante y arriba. O sea evolucionar.

Significa hacer un salto al vacío, un salto a la otra orilla, esta sería la segunda parte. Pero quiero usar, aun, otra metáfora, muy usada y desgastada. Atravesar a la otra orilla. Desnudándome de los atributos culturales que hasta ahora han sido imprescindibles, hace falta que, como y cuando determine hacerlo, me lance al río caudaloso y me deje llevar en un viaje, donde el agua rodee, y arrastre todo vestigio anterior no querido.

Restaré libre, y “desvestido” voluntariamente de convenciones que conducen y acomodan a la uniformidad, libre de falsos compromisos, y de actas que me esclavicen a un “orden” que no es el propio. Es en esta corriente, es en este nuevo estado, donde puedo percibir y emanar signos llenos de significado para mí y para el entorno.(mis significados, únicos, enriquecerán lo global).

Es sumergido en la energía de esta corriente original donde quizás la intuición consiguiera su cumbre y no aproximaciones o solo palabras. Se hace evidente, pues, que la obra no está nunca separada de su creador. Somos una sola entidad individual y hace falta que el artista sea consciente de esto. Otra posición me traería a traicionarme, o sea, a holgazanear en el auto engaño y a tomar decisiones erróneas.