PROLONGACION Y TRANSFERENCIA
En la vacuidad se manifiesta, la forma. En el rostro-mirada se manifiesta con fuerza y transparencia, el alma. El alma también se manifiesta en el pie, la columna vertebral y en todo el cuerpo, pero en la cara la vemos expresada con clara sensibilidad, sus energías emergen con más definición, probablemente porque las energías psíquicas son y contienen información más sutil.
Del mismo modo que cuando gestiono mis utillajes, mis conceptos, cuando muevo mi energía haciendo arte, dejo improntas. La obra recibe los signos, las trazas de mí mismo y hace a la obra parecida a mí. Es prolongación. Soy yo en extensión, ocupando espacios en mi obra, que no son mis biológicos pero que trasladan información con mi frecuencia.
Hay que averiguar, quién es, este mí. También la obra recibe información de la concepción, de lo que pienso, siento y contenga este mí. Mi intención, primera y última. Por eso creo que la obra de arte es prolongación y transferencia del artista. El autor, con su gesto creativo cede sus materiales internos a la obra material que los recibe y manifiesta. Y concede la posibilidad de ser compartida. Tiene la posibilidad de ser aceptada, porque contiene elementos vivos. Cuando en la obra hay demasiado ruido, es porque quizás los gestos “propios” no son propios verdaderamente. Son adquiridos, son externos al autor, y hay demasiados. Y notamos el ruido que trae.
O que el exceso de ruido es tan potente en un mismo, que se hará inviable una manifestación artística, mínima mente coherente. (¿ètica y estètica?)
Ruido, hablo de ruido, porque el ruido esconde, cubre siempre algo, conversación o situación o información. También las acciones. Las ensucia, desfigura, desinforma, desdibuja una realidad. Caotiza. En todos los lenguajes, y en la comunicación verbal, el ruido es equivalente de caos y desconcierto, probablemente por acumulación de errores. Cuando no, manipulación.
Si el autor escoge esquemas ajenos a su vivencia interna, se someterá a patrones escogidos por afinidades o imposiciones culturales, pero no serán los de él. No podrá hacer una transferencia original, no cederá nada porque no tiene nada propio. Solo podrá hacer una transferencia inicial, inmadura y en crecimiento.
(*) Observo que quizás este es una de las vías más usadas. Trabajar desde “lo que hay” sin más planteamientos.
Si el trabajo de introspección y trabajo interior no es paralela al trabajo estético-práctico se da y perpetúa, la constante transferencia de ruido. Todo aquel ruido, por lo tanto, que no ha sido identificado, disuelto y conscienciado, emergerá para desequilibrar la obra.
(*) ¿Tendremos que diseñar dentro de lo que ya es el bloque de lo que podemos denominar “el trabajo interior”alguna especificidad para el mundo del arte? La creación que es su objetivo, aparte de todas las técnicas posibles, es una realidad especialísima. ¿La estética, sus leyes, sus protocolos, sus principios, sus errores, su evolución, todo ello lo podemos considerar una herramienta, unos “zapatos-bamba” especiales para hacer la vía que propongo? De seguro que no hay suficiente. Diseñar junto con la psicología y las técnicas varias que lo acompañan, llevar a cabo un determinado y especifico método de trabajo, es un reto que hay que explicitar.
(*) El universo de las escuelas de arte, es esto, un universo. La complejidad de gestionar el concepto escuela y de arte es de entrada contradictoria. No, los universos no son contradictorios pero si compleja su percepción. Una escuela de arte tiene que ser algo más que talleres especialistas. La sensibilidad del poeta, poiesis, -aquel que crea- no sólo textos literarios, así nos lo han dado los griegos, es de una calidad delicada y superior. Ampliar el espectro de la incidencia educativa, sobre todo en los aspectos de trabajo sobre sí e introspectivos, cooperaría a un adelanto personal y por lo tanto estético de la obra artística.