No necesariamente una obra de arte debe complacer a la sociedad donde el autor este inmerso. Si la obra es rechazada por esta , puesto que el artista precisa hacerla para su propio desarrollo y crecimiento, es preferible escoger el crecimiento propio, en oposición a la opinión social. Un camino, un destino difícil y brioso pero al fin, de éxito, porque la prioridad de la libertad creativa, puesta en acción, es el valor primero y mejor. La sociedad, la mayoría, va siempre detrás en estos asuntos.
El artista no puede olvidarse que hace la función de buey o de caballo, si queréis. De animal de arrastre, al fin y al cabo, de remolcador de un carro, o sea de la sociedad que rodea al creador-artista, la cual siempre, es más estable, contiene más volumen y peso de cosas en su interior, es más rica en aspectos materiales. Pienso que sin la tracción, hay muchos tipos de ellos en la sociedad, queda quieto o quieta o indolente su paso, y a la larga, ausente de los adelantos espirituales – me refiero, claro, los que puede procurar el arte-.
Y ya podemos imaginar, cuál es el destino de una sociedad, indiscutible en tantos aspectos, pero que se mantiene enfocada, en demasiadas ocasiones, en lo inmediato y banal. Si no somos capaces de visualizarlo, la acritud de los acontecimientos nos lo mostrarán, en alguna ocasión.