Uno de los problemas que se generan en la transmisión generacional es el efecto “Losa”. La que cae encima del aprendiz de arte es muy pesada y activa para ser asimilada sin traumas y con posibilidades de aprendizaje provechoso. Hace falta mucho discernimiento para quedar libre de tal cúmulo de información. Para situarla en su lugar, comprender gradualmente y asimilar los elementos que resuenen en el alma y mente del artista novel. Demasiado potente para respetar los procesos interiores de crecimiento, los cuales necesitan esfuerzo, reflexión, introspección, aislamiento, y más trabajo etc. Todos, elementos de un proceso de exploración y afianzamiento en si mismo, que si se obvian, la conciencia no emergerá, para serenarse y hacer posible el estado previo favorable a la creación, una fase de incubación. Dialogar es un camino, sin embargo por defecto de procedimiento, muchos artistas acaban sucumbiendo a discursos estéticos que les parecen adaptables, acomodándose a ellos, y renunciando a la aventura de buscar lo propio.
La capacidad de silenciar los propios ruidos es comparable a la de silenciar y digerir los del medio social. Aquí se presenta una gran tarea de los instrumentos pedagógicos que tendrán que aportar amplias soluciones. Saber transmitir para potenciar, sin ahogar y cubrir todo el bagaje interno del artista que en un presente muy cercano, o muy lejano, aportará a la comunidad. Y el artista saber recibir con cuidado y respeto la tradición y el cúmulo de conocimiento y experiencia de sus antepasados. Él un día, será también tradición.
El equilibrio dará una conciencia estética madura, preparada para el diálogo o sea para la dinámica creativa. Sólo el tiempo lleno de determinación, voluntad, intención y una sagaz escucha interior, acogedora de sensibilidades, hará posible el hecho creativo.