EMERGENCIA
Si cuando pinto una mujer, emito sentimientos y emociones de compasión, el espectador captará compasión a pesar de que el retrato no exprese, explícitamente, esta emoción. Si ha sido la pasión que me ha dominado, será esta, que emergerá constantemente de aquella obra. Sobre el espectador, se imprimirán mis emociones, las que he emitido en la concepción del lienzo. Independiente que las formas externas puedan ser armónicas, clásicas, o del estilo que se quiera. O que las imágenes pertenezcan a otro medio expresivo.
Si la fuerza y el deseo de buscar un rostro, u otro tema, van acompañadas de decisión y contundencia, serán estos agentes los que siempre emergerán de la pintura, el poema, la escultura o la obra musical. Esta afirmación, este concepto, que de la propia emoción del artista, en la confección de la obra, recae, incide y actúa en el espectador, sé que es osada, por inexplicable, por intangible. La denomino, emergencia. Con ánimo de aclarar este aparente absurdo, diría que se trata de leer la obra a distintos niveles. Una primera lectura es la puramente visual, la otra lectura es sutil, pertenece a la región espiritual.
Me ha interesado dar a los rostros toda la riqueza y complejidad posibles, todo el caudal de emociones, sentimientos, e información, expresados con fuerza capaz de emocionar e incidir en el espectador.
Estados de ánimo que a menudo expresan miedos, desconsuelo, terror, vacío, desconcierto, malicia, trascendencia, caos, dibujados, quizás, sin demasiadas sutilezas técnicas. Figuras que quería que fueran portadoras de significados escondidos, íntimos, plenamente humanos y humanos expresando la incapacidad de soportar más dolor y angustia. Todo este esfuerzo técnico puede verse en la primera lectura, la explícita. También me apasiona, ahora, simplificar, hilo-formar y formar con mancha para expresar con el mínimo de medios.
(*) En mi obra gráfica actual, son estos medios en los cuales me sostengo. Cuerpos que en gesto y postura explican códigos muy ricos de información. Solo tengo que estimular la imagen, el primer signo, el más simple, porque resuene en los códigos del espectador. Portador de archivos complejos, el espectador acaba de configurar la obra con su propio bagaje cultural, y con todo su acopio, consciente, inconsciente y subconsciente. A un nivel más amplio, el que está claro es que con la consciencia que el artista crea (pensamiento, emoción y certezas), la obra recibe sus íntimas esencias. La consciencia determina la manifestación que es asumida por el espectador, consciente o inconscientemente.