De esto nacen las manchas, el informe, el caos aparente, el desorden, aunque solo, es aparente. Es un orden de otro nivel, un nivel interior. Este ruido aparente, la entropía -o medida del desorden-, que capto en la obra se me revela en un primer momento como anti estético. Sin embargo, con este primer paso huyo de patrones convencionales que me conducirían, demasiado pronto, a una banalización, por exceso de ruidos previsibles.
Busco nuevas maneras de hacer y expresar para superar mensajes y estéticas banalizadas, y es que solo las encuentro buceando en mis interioridades. Sigo técnicas orientales, que procuran expresiones espontáneas, ambiguas, como la mancha que filosóficamente equivaldría al silencio absoluto, completo. Dejo grandes espacios vacíos ( en el Manifiesto explico largamente este aspecto). Con esto pretendo crear un escenario estético donde la certeza no se presente completa y dogmática. Insinúo una vía porque cada uno de los observadores de la obra, descubran por sí mismos. Deseo una obra alejada de formas ídolo. De concepto de limitadamente ultra acabado y por tanto cerrados.
Formulo más que proposiciones, pre proposiciones, tímidas y sugerentes para compartir mi mundo.
Hacer posible una amplia interpretación de mi trabajo, lo convierte en más abierto. Sin embargo, una excesiva ambigüedad, podría convertirlo en ruido. Estoy muy atento en esto, lo cual me lleva a mantener un equilibrio entre indeterminación o a-morfismo, y el que yo denomino “germinación”. O sea, la capacidad de convertir la mancha en un continuo ensayo para ahorrarme las ideas confusas. Germinación, convertir, el silencio de la mancha, y el aparente ruido en información sugerente.
Los japoneses nombran Kot-tsu a la técnica de perfeccionarse en un acto espontáneo-sea en tiro al arco, esgrima, artes marciales, etc-, yo procuro hacerlo en pintura. Cuando estoy en esto, me convierto continuamente en actor y espectador a la vez y en esta dinámica la obra se genera exuberante en signos, primero informes, más tarde llenos en potenciales de epifanía ordenada y estética.
La mancha, sus dinámicas, son vitalidad, sí, aunque aun no-forma, con ricas posibilidades de comunicar belleza. Es en la germinación de la mancha que asume la visión completa.
Es un hecho comunicativo de un acto vital. Soy consciente que el que yo denomino germinación es la aceptación de la mente en la “mía poética” Zen. Una contradicción si convenimos que el Zen huye de ella. Él, entiendo yo, huye del vocabulario y lengua mental común, propio de todos los lenguajes, que pretende buscar razonamientos en los hechos. Yo pretendo vivirlo, razonablemente sin razones.
La experiencia interior, la que te ofrece la visión que todo es una unidad, es una experiencia alògica. Supera los esquemas mentales por muy maduros que sean. Una vez conocida, se presenta la tarea de vivirla, de comprender el todo desde este recobrado ojo, en medio del que nombramos realidad. El esencial no puede ser transmitido con códigos y lenguajes, a apoyos físicos o con gestos, sonido, voz, palabras escritas o no. El esencial es inefable, irrepresentable, sin embargo cabalga indemne y en silencio como jinete invisible sobre todos ellos. La huella del caballo sobre el “papel” dependerá de la consistencia del blanco. De su pureza y calidad. Los que nos ponemos en estos lío, sabemos que día a día habrá que comprender el alcance del descubrimiento y mantener, si es posible, su intensidad. Sostener y crecer en conciencia es la labor, motivo y objetivo, de todo el juego.
Los creadores de imágenes, nos valemos cada día de la dinámica de los opuestos, precisamente, al menos en mi caso, para mostrar su “inexistencia”. (Wittgenstein ha indicado la tarea de la filosofía para luchar contra la fascinación que ejercen las formas de representación.) Siento que nuestra contemporaneidad precisa que el inicial Tachisme informal, con unos valores estéticos impresionantes (me sedujeron desde el primer día que los descubrí, uno a uno) sea “germinado” con unos signos de organización, débiles si voláis, pero que hagan del aparente caos o ruido, para algunos, una organización, una cosmovisión intencionalmente escogida.
Descubro que la percepción interna de caos, desorden, y perplejidad es subjetiva. O sea, emerge del mí mismo como sujeto, y solo una acción determinante de intención hacia la orden me encamina, a través de la pintura o el acto creativo, en la busca de la belleza, compendio de orden. Para lo cual tendré que confiar, extraer del mí mismo, la hipótesis de un mundo perfecto. Y con una Utopía al bolsillo, construir una estética acorde.
La tarea de comprender mi mundo (objeto), el que me rodea, de asimilarlo, crea un proceso de fusión. Unificación de sujeto y objeto.
Estamos en esto.